Las responsabilidades que le caben a los ciudadanos en sus respectivas sociedades, como las que competen a quienes se desempeñan en uno u otro oficio en tal o cual entidad, son indelegables. No sólo toca admitir que cada quien ha de responder por sus actos (presupuestando y asumiendo las consecuencias de éstos) sino saber al tiempo que tal responsabilidad se extiende a eventos derivados de su impacto, involucrando a otras gentes, relaciones, ocurrencias varias, institucionales, sociales, etc. Y quienes cómodamente, por infantiles o “vividores”, optan por delegar las suyas, cobardemente eluden decisiones, actitudes, toma de posiciones, que por pequeñas que se les considere, devienen fundamentales para la suerte de un buen segmento de la sociedad, de las instituciones y personas.
“Es que ésta sociedad es una…; el culpable de que esta institución ande así, o sea ésta, tiene por culpable a su director(a).” Y listo. Pero no se logra una debida caracterización del fenómeno, ni se acierta en el señalamiento, por cuanto con ese mismo decir, se escurre el bulto de las reales responsabilidades en juego. Antes que emitir juicios de este corte, que responden más a pre-juicios, procedente es involucrarse en la interrogación de la realidad abordada, interrogando en primera persona la cuota individual de quien hace el cuestionamiento: ¿Cuál es o fue mi responsabilidad en esto? ¿Qué he hecho para que esto ocurriera? .
Cubrirse uno, endilgando a otros responsabilidades absolutas frente a lo que sucede en una sociedad o institución, es operación simplista, cosa que no admite o requiere de ningún esfuerzo, por tanto es una estratagema marcada por el facilismo, la superficialidad.
Si esto lo entendemos, a la valoración o “calificación” de una entidad educativa, de las de nuestro medio, en la que trabajamos o en la que trabajan otros colegas, es pertinente de entrada no hacer derivar del obrar de una sola persona, rector o rectora, lo que esa institución es. La cultura institucional de una entidad educativa concreta, resulta del acomodamiento que se da en ese espacio escolar entre las distintas prácticas, identidades de los que en ella trabajan y estudian; de los extravíos y aciertos de todos y cada uno de estos sujetos, particularmente de quienes más peso tienen en la decisiones que se toman; del “caminar como sobre huevos” de algunos, y del desparpajo de otros en su espontaneidad y participación consciente.
De esta acotación se puede concluir, que es responsabilidad de todos, aunque de modo desigual, de lo que una institución hace con lo que pasa en ella. Así por ejemplo, el que una institución, la nuestra o la otra hermana, sea insolidaria con sus otros colegas, se encierre en sí misma y niegue todo nexo o interacción con las cosas comunes que se trabajan en el oficio de enseñar, no es cosa que termina definiéndola un rector o rectora. No. Es la personalidad institucional que se construye con el aporte y participación de DIRECTIVOS Y BASE PROFESORAL. Es una síntesis del actuar colectivo. Vale más: Puede ser la inoperancia, falta de carácter y de compromisos en el desempeño profesional de los docentes, lo que hace que una cierta institución, termine pareciéndose más a la personalidad huraña, reaccionaria, vertical de un rector o rectora, que por la gestión sistemática y puntual de éste(a). Es decir, la omisión de unos, afirma la hegemonía desafortunada de un talante decimonónico, autoritario, insensible. Y pare de contar.
De tal manera que es doblemente equivocado, justificar un proceder institucional, ser o cultura institucional, achacándole la responsabilidad a una instancia, la ejecutiva detentadora de la representatividad legal de la institución. Mas sucede, que pueden ser los otros (la mayoría), diluidos en la nada, en la indiferencia (hipo-crecía, no compromisos, falta de carácter, elusión en el anonimato de la auto-negación con su color de sepulcro blanqueado), los que están determinando esa identidad. Y al no tener agallas para semejante reconocimiento, siguen echando culpa hacia uno de los agentes que concurre en el colectivo educativo.
Esto opera para cualquiera de nuestras instituciones educativas públicas en lo local: La José Yemail, la Santa Teresita, el Luis Patrón. Y claro, vale como línea de análisis de cualquier entidad educativa en otras latitudes.
Ramiro del Cristo Medina Pérez.
Santiago de Tolú, agosto 31 – 2013.